Llegué a la Luisiana, de Julia Mayle, y la habité

He llegado al final de «Luisiana», de Julia Malye (publicada por Editorial Salamandra). Y lo digo así, con cierto suspiro, porque la lectura se me ha hecho densa. Lo es. Denso. Es un libro que exige atención, calma y disposición: un novelón en toda regla, con una carga documental impresionante y un trasfondo histórico que no se puede pasar por alto.

La historia nos sitúa en el siglo XVIII, aunque resulta inquietante comprobar que la premisa no es tan lejana. Un artículo reciente de El País recordaba la historia del Plan Marta, que en 1960 envió a mujeres vascas, gallegas, asturianas y de otras partes de la península a Australia con el objetivo de “facilitar” la vida de los hombres que previamente se habían enviado allí y que se convirtieran en las perfectas amas de casa.

En «Luisiana» sucede algo parecido, sobre el 1700, Francia estaba colonizando Luisiana y envió varios barcos con mujeres fértiles francesas, muchas de ellas reclusas en un complejo-prisión cercano a París,  para casarse con los hombres que estaban levantando los cimientos de ese nuevo mundo y, en definitiva, repoblarlo.

La novela se construye a través de cinco mujeres, narradas en diferentes momentos y con matices muy distintos. Sus personalidades, su pasado y su carácter son diferentes, sin embargo, llegan a sentir cosas muy similares y a crear cierto vínculo con las otras.

Hay capítulos en los que parecen transparentes, como si realmente se pudiera leer lo que las mueve a hacer o no hacer, y otros en los que cobran se cierran en banda y ni a través de lo que cuentan se traslucen sus emociones. Malye consigue que cada una de ellas sea una voz propia, aunque todas compartan la crudeza de una vida marcada por el destino impuesto.

Uno de los grandes aciertos del libro es la precisión en los detalles. La autora se detiene en el paisaje, las costumbres, los ritos, los miedos y las esperanzas, pintando un fresco histórico que se siente real, generalmente incómodo y sobre todo, inestable. Esa capa de profundidad hace que la lectura sea intensa, pero también rica y absorbente para quien decida entregarse a ella.

Confieso que mi experiencia estuvo condicionada por el momento en que lo leí: entre el final de las vacaciones y la vuelta al trabajo. Esa desconexión me hizo perder el hilo en algún punto y tuve la sensación de que me costaba avanzar. No es un libro ligero ni de pasar páginas sin pensar; pide concentración, pide que te sientes con él y transites sus páginas.

«Luisiana» te gustará si tienes tiempo para dedicarle atención, si disfrutas de las novelas históricas bien documentadas, si valoras las voces femeninas potentes y veraces, y si no te asusta adentrarte en un relato exigente que refleja la dureza de la historia y de quienes la vivieron.

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