Qué cosa tan fascinante es la imaginación y la recreación de las historias que se leen. Me ha pasado más de una vez, que al enterarme de que han hecho la película de un libro, me entran unas ganas locas de leer el libro: Morirás en Chafarinas, Dune (no fui capaz de terminarlo), la saga Dos amigas… Siempre sin ver previamente la película, claro.
Hace unos meses, iba en el coche escuchando la radio y estaban entrevistando a Blanca Suárez. Estaba hablando de La huella del mal, película que en aquel momento se acababa de estrenar y que protagoniza junto con Daniel Grao. Recuerdo que volvía del médico, con una gripe considerable. La radio estaba de fondo, no le estaba prestando mucha atención hasta que escuché «Atapuerca» (el verano pasado visité el Museo de la Evolución y quedé fascinada). Hablaban de lo complicado que había resultado el rodaje en algunas escenas rodadas en las excavaciones. Mi cabeza embotada, consiguió retener el título, explicaron el argumento: un asesinato en Atapuerca con aparente relación con ritos prehistóricos y que la película estaba basada en un libro de Manuel Ríos San Martín. Entraron en el terreno de los temas transversales, Blanca explicaba que el fondo era una reflexión sobre la evolución y el significado de ser humanos.
Al llegar a casa, y antes de tomarme el analgésico para el dolor de cabeza, anote el nombre del libro en mi lista de futuras lecturas. Me pareció que la historia tenía todos los ingredientes para convertirse en mi libro de piscina.
La novela es obra de Manuel Ríos San Martín, guionista, productor y director con una larga trayectoria en televisión (Compañeros, Sin identidad, La chica de ayer). La huella del mal fue publicada en 2019 por Editorial Planeta. Cuando pensé que era una buena lectura para estos inicios del verano, no me equivoqué, lo he devorado en pocos días. Mezcla con habilidad el thriller contemporáneo con la fascinación por nuestros orígenes. Tiene un ritmo bailable: ágil, con múltiples subtramas, se lee con facilidad y, como intuía, introduce referencias a nuestros antepasados más salvajes, a curiosidades antropológicas y etológicas, a los orígenes del bien y del mal.
La investigación del asesinato de una joven en el entorno de los yacimientos de Atapuerca es el punto de partida de l una historia que se va ramificando en dilemas morales, tensiones personales y preguntas sobre qué queda hoy en nosotros de los primeros homínidos. La historia logra ser entretenida y a la vez ambiciosa en el trasfondo.
Es cierto que al final se me ha quedado algún cabo suelto, cosas que me hubiera gustado saber, pero he disfrutado mucho la lectura, tanto por lo bien documentada que está como por lo visual que resulta. Se me ha hecho inevitable imaginar cada capítulo como una escena de película.
Al terminarlo, he recordado que me había traído aquí la película, así que he visto el tráiler por primera vez y… sí, la imaginación es fascinante, única y personal. Mi paisaje imaginado y el de la novela coinciden inevitablemente; me ha sorprendido que también coincidimos en el color, pero mi película era otra. Así que ahora tengo ganas de ver la versión que su propio autor ha hecho, qué imágenes pasaban por la cabeza del escritor al escribir y qué párrafos hubiera subrayado.
La huella del mal te gustará si te gustan los thrillers, buscas un poco de trasfondo filosófico, antropológico y humano.



