Sombra de madre con hijo sobre la arena de la playa

Ocho años escribiéndome en los márgenes, haciendo mi sombra amplia. Lele Sorribas

Ocho años después

Nunca viviré en un pueblo. Necesito la ciudad con sus mil posibilidades.

Esta era yo hace ocho años explicándole a cualquiera con quien saliera la conversación. Luego, sucede la vida. Vivo en un pueblo y la ciudad con sus mil posibilidades me parece un plan perfecto que solo a veces echo de menos.

Y en estos ocho años, ¿qué ha pasado?

Por lo que aquí parece, ha pasado una ola de silencio y quietud, porque entre esta entrada y esta hay ocho años de diferencia.

Te adelanto que ni silencio ni quietud es lo que ha reinado por aquí. Han sido ocho años intensos, he hecho cosas muy importantes, vivir y perder mi nombre, entre ellas. Ahora soy la madrede en muchos ámbitos de mi vida. 

Como comprenderás, encontrar la voz propia cuando uno pierde su nombre puede ser muy complicado: la rutina se come los días y los días se comen los planes con los que te identificabas… Es un proceso, y lo realmente importante de toda esta cuestión es transitarlo.

En resumen, es eso, en estos ocho años, he aprendido a ser madrede, me gusta como me sienta la etiqueta. He arriesgado. He olvidado. He cambiado. Me he quedado en la barrera intentando memorizar cada uno de sus gestos. He escrito mucho, pero todo en los márgenes que me quedaban libres. Ahora, vivo en un pueblo, y estoy segura que gracias a eso me he podido colar por un resquicio entre los pliegues de las rutina.

Hay que empezar por algún sitio. Que sea por aquí.

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