El silencio puede ser tan perturbador como tranquilizante. Tiene ese efecto siniestro de las cosas que suceden en momentos extremos. Habrá quien niegue el silencio absoluto, pero resulta imposible de negar si uno ha estado en las Arribes del Duero, es decir, en el cañón que hace de frontera entre Tràs-os-Montes y Zamora.

Ya había sentido cómo el silencio se apoderaba de todo la tarde anterior, al pasear por Miranda do Douro: Me sorprendí, sobre todo, con el silencio que se fue apoderando de las calles cuando las tiendas comenzaron a cerrar. Recordé haber guardado esta impresión para escribirla en el cuaderno de viaje.
Al cruzar el puente que separa la parte nueva del casco viejo de Miranda do Douro, la sensación se agudizó. Comenzaba a caer una lluvia fina y el cielo seguía tapado. Llegué a la catedral callejeando. En la plaza del ayuntamiento dos transmontanos vestidos con el traje tradicional se miran eternamente, siempre a punto de arrancar el baile.

Pasé por las ruinas de unos muros que en tiempo fueron murallas. La situación de esta población, elevada, hizo, como a casi todas las poblaciones de frontera, que fuera un fuerte de defensa.

En la Rua da Costanilha hay varias casas del siglo XV. Destaca una de ellas por las “gárgolas” talladas en su fachada, la Casa dos Cahorros Zambargonhados, en ella se guardan las costumbres de cama medievales. También es conocida como la casa dos cahorros eróticos.
La biblioteca municipal, desde 1999, está ubicada en una antigua iglesia, la iglesia de los Frades Trinos, construida entre el 1718 y 1728. Al fondo de la calle ya se ve la parte de atrás de la catedral.
La catedral me parecía más impresionante vista desde la lejanía, desde el otro lado del puente o desde la carretera. Pero no dejó de llamarme la atención la cobertura, como bordada, que hacía el musgo sobre la piedra. Las vistas desde allí arriba hacia la presa dan una buena perspectiva de la frontera-río. Además, la catedral nos recuerda que esta tierra, Tras-os-montes, siempre ha parecido estar apartada. En 1545 se fundó la diócesis de Miranda a petición del rey Juan III al papa Pablo III, debido a que la distancia que había con la diócesis de Braga.
Tenía ganas de hacer el recorrido por el Duero, cañón arriba. El recorrido por aguas internacionales comenzó en silencio. Laura, la guía, hizo hincapié en que mantuviéramos ese silencio absoluto. Para saborearlo y por respeto a la fauna protegida de la zona. Curva a la derecha y fuera estrés, adiós civilización.
El cañón, de 150 kilómetros, hace de frontera a lo largo de 120 kilómetros. En él anidan una pareja de águilas perdiceras; el 10 % de las cigüeñas negras, unas 15 parejas; una pareja de águilas reales; buitres; búhos; milanos; halcones. También hay nutrias, y aunque se advierta en el embarcadero por el riesgo de cocodrilos, sólo es un guiño para hacerse una foto simpática. Sólo aquí y en el río Sabor se da una planta, endemismo ibérico, conocida como boca de dragón o dragón de arribes. En el lado portugués, que recibe el sol de la mañana y es más húmedo, los antiguos pobladores hicieron terrazas de cultivo. Las condiciones eran óptimas, aunque el trabajo fuera más arduo.
En el lado español abundan los líquenes, éstos son bioindicadores de la calidad del aire. Además, son la fuente de leyendas y supersticiones. Una de ellas dice que si una mujer no ve el número dos que ha dibujado el liquen en la roca no se casará y en caso de estar casada, su marido la engañará. Todas las mujeres del barco se apiñaron en la ventana para verlo, y detrás fueron los hombres, por si la superstición en estos tiempos más modernos se ha extendido a ellos también.
Estábamos de regreso, curva a la izquierda, ya se veía Miranda a lo alto. El silencio nos había cautivado a todos y el otoño amenazaba de nuevo con nubes grises.
El viaje al interior debía continuar internándose en Trás-os-Montes, dirección Macedo de Cavaleiros.

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