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| Tejados de Oporto, al fondo la Sé. LeleSorribas2012 |
Redescubrir una ciudad a través de otras personas y en otros momentos, cuando las cargas emotivas han cambiado, hace que se incluyan nombres nuevos en el mapa y expresiones diferentes ante estímulos similares. Con Oporto he pasado varias veces por esta experiencia y creo que podría repetirla infinidad de veces. Oporto no se agota con las visitas obligadas, no se agota aunque se haya vivido en ella, no se agota con los lugares desapercibidos.
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| El Infante Don Henrique, El Navegante, presidiendo los jardines de laplaza que lleva su nombre. LeleSorribas2013 |
Esta vez me hubiera gustado encararme a la escultura de El Infante Don Henrique, El Navegante, ver hacia donde apuntaba su dedo y mirar también en la dirección contraria. Esa posición, a hombros del navegante, en la plaza que lleva su nombre me mostraría el mercado Ferreira Forges reabierto como restaurante, sala de conciertos, mercadillo y bar con terraza. En la dirección de su dedo, Don Henrique me señalaría el camino de los descubrimiento portugueses, recordándome que estaba redescubriendo Oporto.
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| Interior de la Iglesia de São Francisco. Oporto. LeleSorribas2013 |
Continuando con ese volver a ver y ver por primera vez, entré en el convento de San Francisco. El interior de la iglesia de San Francisco está decorado con tallas de madera revestidas de oro, una sobrecarga de formas y nudos. Según leí, se consideraba tal la ostentación de esta decoración que durante un tiempo se cerró porque no se consideraba oportuno celebrar el culto en ella con la pobreza que había alrededor. Lo que me atrajo hacia ella no fue su oro fueron esos otros ojos que me acompañaban y la curiosidad por lo que se escondía en sus catacumbas. En las catacumbas, que esperaba muy tétricas, encontramos un cementerio subterráneo muy ordenado cuyas fechas no iban mucho más allá del 1800 y pico. Las conversaciones encerradas en esas catacumbas suenan a relatos históricos aunque sean banales comentarios sobre primeras impresiones o sobre coleccionistas empedernidos de antigüedades.
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| El tranvía de la línea 1, Passeio Alegre, por la orilla del Duero.Oporto. LeleSorribas2013 |
Otra de esas cosas hechas por primera vez en el Oporto ya conocido fue ir en tranvía desde la iglesia de San Francisco hasta la Foz, pasando por todos los barrios en la orilla del Duero, que se estaban preparando para celebrar São João. Y una vez en la playa, dejar las huellas en la arena y marcar caminos de ida y vuelta era algo que había que hacer: orientar los pies en la dirección de los descubrimientos y dejarse llevar también por los efectos del solsticio de verano (São João).
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| Huellas de ida y vuelta. Praia dos Ingleses. Oporto.LeleSorribas2013 |
Llega la noche grande, la curiosidad de quien no ha estado es contagiosa, por mucho que yo haya dicho, haya visto o haya probado: las sardinas no saben siempre igual, los sonidos del bullicio tampoco suenan de la misma manera, los globos de papel lanzados vuelan con promesas nuevas y las batallas de martelinhos son indescriptibles. El momento álgido son los fuegos artificiales, que marcan el arranque del día 24 a las 00:00 exactas, aunque la fiesta lleve ya horas en acción. En ese momento, el de los fuegos, la ciudad para, las miles de personas se alinean y solo se escuchan los chispeos de los petardos de colores y las bombas luminosas, al finalizar los aplausos y los gritos son tan ruidosos como los fuegos y el movimiento vuelve a inundar la Ribeira y las calles aledañas.
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| La Ribeira, al fondo el Puente Don Luís, con los «martelhinhos» en acción.Oporto. LeleSorribas.2013 |
Oporto ha sido redescubierto, puedo decirlo con la ilusión de saber que aún me quedan miradas curiosas que echarle. Desayunar en esta ciudad es una primera vez continua aunque siempre se sirva zumo de naranja, meia de leite, torrada o cruasán.
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