La tercera mesa del Encuentro Internacional Economía y Cultura celebrado la semana pasada en la Cidade da Cultura en Santiago de Compostela mostró cuatro ejemplos de financiación para proyectos culturales. Un ejemplo de mecenazgo, un ejemplo de patrocinio, la ley Rouanet en Brasil y un ejemplo de crowdfunding.
Sobre mecenazgo el ejemplo fue mostrado por María José Taboada Salvatierra, responsable de marketing y relaciones promocionales de la Royal Academy of Arts (Londres). La institución en la que trabaja nació en 1768 ya con una forma de organización privada, desde los comienzos fue regida por artistas, por tanto y como la propia María José dice, para ellos la cultura se debe pagar y debe ser pagada por los individuos.
El modelo de la Royal Academy se basa en apoyos de empresas privadas, que finacian la institución por estar contemplado en sus planes de responsabilidad social corporativa, por marketing, por beneficios para el personal de carácter cultural, por el uso de las instalaciones de la Royal para eventos de la empresa. Así mismo, también obtienen apoyos de personas a título personal que son “amigos” de la institución y a cambio reciben cierto trato preferente.
La afirmación de la que parte María Salvatierra es la economía creativa es un modelo de negocio. El dinero público está disminuyendo y eso no va a cambiar, por tanto el dinero de fuentes privadas es muy importante. Esta cuestión debería ser considerada por las empresas, que incluso deberían contar con un departamento propio para estos asuntos.
Antonio Cortés, director de marketing de Gadisa puso como ejemplo el caso de su empresa, que destina un tanto por cien a inversiones culturales dentro de la responsabilidad social, de este modo ellos ganan imagen de marca y funciona como herramienta de difusión a la par que contribuye con determinados proyectos culturales como espectáculos de cine, música, exposiciones.
El caso de la ley Rouanet de Brasil fue explicado por Jaime Llopis, abogado y socio de la firma Cuatrecasas. Esta ley es una ley de incentivo a la cultura, propone incentivos fiscales a las empresas y las personas por destinar una parte de sus impuestos de la renta a acciones culturales. La ley ha servido para sacar múltiples proyectos adelante, aunque también hay sombras sobre ella.
No obstante, Jaime Llopis, quería demostrar con este ejemplo que existe la necesidad de crear sistemas legales más competitivos y que sirvan para este tipo de cosas.
Para rematar terminó diciendo, nada es gratis y debemos ser conscientes de ello, lo cual venía a decir que de un modo u otro, bien sea pago directo o por medio de impuestos, todo se paga.
Marc Sempere fue el último en hablar, expuso un caso de crowdfunding. Él forma parte del Colectivo Dóna Gustet, una asociación sin ánimo de lucro que ha puesto en marcha diferentes proyectos culturales usando la financiación alternativa a través de los usuarios.
Desde su punto de vista, es importante ver que ha habido un cambio en la relación con el espectador, ahora conviertiéndose en participante activo. El crowfunding se basa en formar una comunidad en torno a una idea o proyecto que se va configurando definitivamente a través de los espectadores que financian la obra antes de ser creada. Para Marc, interesa el aporte económico, pero también el valor social, el apoyo social puede servir a la hora de buscar financiación también por las vías comunes, puesto que la idea cuenta de partida con un público consumidor.
En esta mesa se presentaron cuatro modelos, que no son ni mejores ni peores unos que otros, sino que son diferentes opciones para hacer cultura y para que proyectos de la más variada índole tengan la opción de salir adelante.